González, que por intermedio de su abogado Rodrigo González presentó un recurso para poder regresar a Sudáfrica, denuncia que los mantuvieron en ese mismo sitio sin comida ni bebida, sin posibilidad de bañarse, sin traductor ni asistencia diplomática. “Encima, cuando volví a la Argentina, en la tele vi al cónsul que decía que ellos no iban a poner la cara por un grupo de barrabravas identificados”.
González niega esa calificación: “Soy un referente de la hinchada de Lanús, voy a todos los partidos de local con mi hija. Siempre. Me gustaría que preguntaran ahí si soy violento, si me peleo, si alguien tiene quejas sobre mí. Al contrario, hasta hacemos cordones en la cancha para que no haya roces entre la gente y la Policía cuando tenemos que esperar que salgan los visitantes”.
Cuestión de dinero. Acerca de cómo hizo para costearse los gastos para afrontar semejante expedición, cuenta que lo hizo con el “sudor” de su frente. “Lo junté con el sudor de mi frente más unos pesos que les pedí a algunos amigos”, replica cuando se le señala lo sorprendente que resulta el hecho de que trabajando en una mensajería haya logrado reunir el dinero necesario para viajar a Sudáfrica.
“Hicimos cenas, rifas y campeonatos de fútbol para reunir la plata, nadie nos prometió ni nos regaló nada”. Asegura que tenía 350 dólares en el bolso de mano que llevó a Johannesburgo “y tres mil más en mi equipaje que, como el de todos los que fuimos deportados, jamás apareció”.
González lamenta lo que a su juicio constituye un gran error: atribuirles a los integrantes de HUA conductas que en realidad corresponden a la llamada “barra oficial” de la Selección.
“Nosotros no apretamos, no amenazamos, no merodeamos alrededor del hotel de los dirigentes de Asociación del Fútbol Argentino en Sudáfrica pidiendo entradas, nosotros las íbamos a comprar; es más, los chicos nuestros que están allá ya las compraron, pagándolas, por supuesto”.
Además, desmiente categóricamente que durante su vuelo haya habido inconveniente alguno. “No tomamos alcohol, no golpeamos las ventanillas, no gritamos. Estábamos de acuerdo en respetar a los que viajaban con nosotros y por otra parte, sabíamos que nos iban a mirar con cien ojos. Nos cuidamos muchísimo de no hacer nada que pudiera perjudicar al proyecto”.
Sobre las caretas de Néstor y Cristina que utilizaron antes de embarcar rumbo a Sudáfrica, confiesa que cometieron un error. “Queríamos demostrar que todo iba a ser una fiesta, que estábamos felices. No sé quién las llevó pero no eran las únicas que teníamos. Había otras máscaras de payasos, de las Chicas Superpoderosas. Viendo la que se armó por eso, creo que nos equivocamos de caretas”.