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Vivir la vida nueva con responsabilidad y sin arbitrariedades

El obispo de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Frassia, dio a conocer su mensaje por la Pascua de Resurrección, donde aseguró que “así como el pecado inundó y trastocó el equilibrio humano opacándolo y haciéndolo caer en la desesperación, en la oscuridad y en una terrible destrucción, Jesucristo con su pasión, muerte y resurrección, pagó todos nuestros errores, pecados y fragilidades”.

“Él hace nueva todas las cosas. Nos toca y por medio del bautismo, incorporándonos a Él, nos bendice para siempre y nos encuentra, y al encontrarnos, Cristo, nos regala su comunión, nos da la vida divina, nos llama a la conversión sincera y nos hace participar en esa muerte y resurrección redentoras”, subrayó el Obispo.

Tras señalar que “el discípulo es llamado a ser testigo. El testigo es enviado. Su vida nueva por vocación es misionera”, advirtió que “nadie puede ser misionero, ni enviado, sino pasa primero por la experiencia profunda del encuentro con Cristo, en otras palabras, si no vive con verdad, convicción, identidad y compromiso su bautismo”.

“Éste no es un rito que queda en el pasado sino que es el hecho fundamental que orienta nuestra vida de modo afectivo y efectivo en el accionar de nuestro apostolado. El ser llamados y enviados nos da fuerza para testimoniar, si no tenemos fuerza en el trabajo testimonial, es indudablemente por la falta de convicción, compromiso y amor”.

El prelado precisó que “estos valores no vienen de afuera, surgen de la misma fuerza de la verdad. Esta verdad se amasa en el silencio de la oración. Sin la Palabra de Dios uno pierde la orientación, sin la Eucaristía uno pierde la fuerza del amor, ya que ambas Palabra y Eucaristía son las dos fuentes que alimentan y sostienen realmente la vida cristiana. La Palabra se escucha y se recibe. Ésta nos ilumina, nos poda y nos fortalece. La Eucaristía, recibida con las debidas disposiciones, nos hace participar de la Vida y despeja todo vestigio de pecado, infidelidad, egoísmo y mentira”.

Y sostuvo que “la vida nueva recibida se debe vivir responsablemente. Con madurez, con objetividad, sin caprichos y sin arbitrariedades. Con voluntad de decisión y no solamente con ‘ganas’. Que no se apague en ustedes lo que da sentido a la vida: pensar, conocer, amar. Basta de echar la culpa a los demás. Cada uno, en su lugar, en su vida, en la sociedad, en sus tareas y funciones, debemos hacernos cargo de nuestra respuesta. Somos responsables de nuestra propia maduración”.

Por último, monseñor Frassia pidió: “María al pie de la cruz, nos ayude también a nosotros a responder a Cristo y a vivir cuidando a la Iglesia, al hermano, al pobre, y al que comparte con nosotros la misma suerte, el mismo sentido de la vida”.

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