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Declarar la Independencia, un gesto de valor en la adversidad

Por Carlo Pezzot
Pensé en los días
de la independencia. Momentos difíciles para la causa de la América del Sur.
Caían los movimientos revolucionarios, uno tras otro, desde Venezuela y Nueva
Granada hasta Chile. Comprendí que se necesita coraje para emprender una empresa de tal magnitud.
La dura mano de
los godos se sentía y con fuerza y crueldad. En el Río de la Plata todavía se
mantenían los débiles gobiernos patrios, más preocupados por las divisiones
internas que por la amenaza exterior.
En la Banda
Orintal, un solitario Artigas hacía frente a la invasión portuguesa. Sin la
ayuda del Directorio, procuraba defender un territorio estratégico.
Mientras tanto, en
Cuyo, San Martín organizaba la empresa libertadora y conminaba a los diputados
reunidos en Tucumán a declarar la independencia.
En Europa
derrotado Napoleón retornaba el absolutismo, que diseñaba sus planes en el
congreso  de Viena.
Por otra parte,
en Tucumán no estuvieron representadas todas las provincias. En el litoral la
influencia de Artigas se propagaba con su oposición a la influencia del
centralismo porteño. En el Alto Perú el dominio realista se consolidó después
de la batalla  de Sipe Sipe; pero estas
provincias tuvieron sus diputados Tucumán.
En este contexto
adverso aprecié sin dudas la Declaración de la Independencia de las Provincias
Unidas de América del Sur en una mañana del 9 de Julio de 1816.  Los invito a celebrar el magno acontecimiento
con unción y espíritu patriorico.

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