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Niegan la libertad a Lagostena por el crimen de Erica Soriano

Daniel Lagostena, pareja de Erica Soriano, la mujer embarazada que fue vista por última vez en agosto de 2010 en Lanús, continuará en prisión luego de que se rechazara un pedido para ser beneficiado con una excarcelación extraordinaria o un arresto domiciliario.
Fuentes judiciales informaron a Télam que la medida la dispuso el juez de Garantías 8 de Lomas de Zamora, Gabriel Vitale, en la causa que se sigue al imputado por «homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género». La defensa de Lagostena (54) había solicitado el beneficio de la libertad o la prisión domiciliaria argumentado su inocencia en los hechos que se le imputan, la falta de condenas y su comportamiento durante todo el proceso, el cual considera «colaborativo».
Tras haber dictaminado diferentes peritos oficiales, todos fueron contestes en determinar que «Lagostena es un manipulador de las situaciones, se ubica como víctima, tiene agresividad contenida y ausencia de angustia y emociones». Además, para rechazar la libertad, se tuvo en cuenta la calificación legal en su contra y su actitud durante el proceso, sus ausencias, la puesta en escena en su casa y los vínculos comprobados con casas de velatorios y crematorios, algunos de ellos socios de su padre.
Lagostena está detenido desde el 1 de mayo a pedido del fiscal de la causa, Gerardo Loureyro, quien tuvo en cuenta varios elementos de prueba nuevos y otros que ya estaban en la investigación.
Según entendió el juez, el 20 de agosto de 2010 la pareja, tras visitar a un ginecólogo en Capital Federal, se dirigió a su domicilio en Lanús, donde ya se encontraba una persona no identificada hasta ahora que utilizó el teléfono de línea para llamar a una pizzería a las 22.01.
En base al estudio de otros llamados teléfonicos, se estableció que a las 22.13 Soriano (30) habló con una amiga, quien luego declaró que se dio cuenta que en el viaje iba manteniendo una pelea con Lagostena.
Cerca de la medianoche, el imputado comenzó a intercambiar mensajes con su sobrino Brian Poublán (25), hijo de su hermana, con quien hasta entonces no tenía un trato cotidiano ni habitual.
Alrededor de las 5 del día siguiente, un teléfono celular a nombre de la madre del joven registró llamadas salientes en el centro porteño y la Costanera Norte, y luego se activó en Lanús, cerca de la casa del joven y su madre.
La intensidad de llamadas (seis entre las 5.05 y 5.53) llamaron la atención de los investigadores porque no era habitual el uso horario ni el patrón de comunicación.
Una fuente judicial explicó que se cree que esas llamadas se dieron en el lapso durante el cual se hizo desaparecer el cuerpo de Soriano.
Si bien Lagostena dijo que solamente tenía un celular a nombre suyo, luego se comprobó que tenía cuatro teléfonos móviles activos.
Otro dato valorado por los pesquisas fue que cuando la familia de Soriano concurrió a su casa con la Policía para saber sobre ella, encontró allí­ la ropa con la que Lagostena dijo que habí­­a salido hacia lo de su madre tras mantener una discusión con él, su cartera con todas sus pertenencias, excepto el celular, y el ácido fólico que tomaba por su embarazo.
Peritos que buscaron rastros en la casa hallaron, pese a que hací­a 24 grados, la chimenea caliente y restos de poliéster que se correspondí­an con una bombacha, por lo que se presume que el imputado quemó allí­ la ropa de su pareja.
También se encontró una mancha de sangre debajo de una mesita ratona que fue detectada con el reactivo Luminol, pero como habí­­a sido lavada sólo se pudo determinar que era de mujer.
Esta prueba coincide con el testimonio de una testigo de identidad reservada que declaró que «el dí­a del hecho Daniel y Erica discutieron y por tal motivo le pegó un ‘sopapo’, ella se cayó y se golpeó la cabeza contra una mesada».
«Erica murió y por esto Daniel llamó a un amigo, quien durante la madrugada fue a la casa y se llevó el cuerpo de Erica al crematorio de Lanús», aseguró.
Los investigadores dan por acreditado que Lagostena tení­­a ví­nculos con propietarios y empleados del rubro funerario que lo podrí­an haber ayudado

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