¿Cuán seguro es viajar a África o a Centroamérica? ¿Qué comer en Marruecos o en Catamarca? ¿Cuáles son las atracciones imperdibles en Londres, Nueva York y Buenos Aires? Estas y otras miles de preguntas posibles surgen cada vez que un viajero casual emprende la tarea de planificar su próximo destino.
El turismo es una industria en auge casi sin comparación con otras áreas del comercio. Mientras que rubros tradicionales como la transacción con bienes y servicios se mueven -generalmente- acompañando los vaivenes de una economía mundial que oscila entre débiles signos de crecimiento y el triste estancamiento, los viajes de las personas por el mundo no paran de crecer. De hecho, estimaciones de organismos internacionales afirman que este sector viene aumentando su vitalidad al doble que el Producto Bruto global. La bonanza o supervivencia económica de algunas regiones se debe esencialmente a la llegada de visitantes.
Esto responde al abaratamiento de costos en traslados aéreos y terrestres que se combinan con una ampliación en la oferta en los alojamientos en plataformas web. La cuarta revolución industrial, la que comandan la informática, la inteligencia artificial y la Internet, no sólo ha cambiado para siempre la cantidad de gente que viaja, sino la forma de viajar en sí.
La anterior generación de viajantes era radicalmente diferente a la actual. Un viaje a un lugar desconocido no sólo suponía la intermediación de una agencia especializada para contratar un vuelo y un hospedaje, era un verdadero desafío de organización. Datos tan simples cómo conocer a qué distancia se encontraba el hotel del aeropuerto y cuál era la manera de conectar esos puntos podrían haber sido imposibles de averiguar hasta el mismo momento de llegar al destino.
Así, nuestros padres se sumergían en bibliotecas, compraban revistas y debían confiar -en el mejor de los casos- en la recomendación de algún conocido o familiar que tuviera experiencia previa.
Suponiendo que todo hubiese ido bien, al llegar al lugar tendrían que saltar otros impedimentos como conseguir ubicarse gracias a un simple mapa de papel o las indicaciones de los lugareños. Sólo imaginar esa situación en ciudades laberínticas como Río de Janeiro es estremecedor.
Lo que en términos amplios se designa como la “era de la información” viene a traer mapas en dispositivos móviles que nos alertan de zonas peligrosas, condiciones del transporte, atracciones y lugares para comer, todo con cientos de recomendaciones para hacer más fácil la estadía en un lugar desconocido.
Una simple búsqueda en sitios especializados nos dirá si es mejor comer ceviche en Lima o en Cuzco, si la fondeu es más rica en la capital francesa o en la campiña.
Si de gastronomía hablamos, no es necesario viajar al centro del imperio incáico o París para apreciar alimentos y bebidas de excelencia. La comida típica argentina también puede ser un desafío para el viajero casual dentro del país, redescubriendo sabores y experiencias o aventurádose a nuevas. ¿Probó alguna vez la humita en chala del norte nacional? ¿Ya descubrió cada una de las variantes de empanadas? ¿Cuáles son las diferencias entre las que se comen en San Miguel de Tucumán y Salta “La Linda”?
Yendo más en profundidad, diversos sitios de la Red de Redes no sólo nos facilitarán información sobre las diferencias entre cada plato, sino también dónde comer sus mejores versiones y sus precios. Volviendo a nuestros padres, ellos quizá supieran que debían comer el tradicional “curanto” andino, pero difícilmente supieran dónde lo hacen mejor, si en San Martín de los Andes o en Bariloche.
Viajar no sólo es más barato. Gracias a la tecnología es mucho más fácil llegar a lugares impensados algunos años atrás ¿El desafío? Sólo animarse