La cuarta revolución industrial, la del conocimiento y la interacción, no sólo es inevitable sino que ya modifica los patrones de conducta y las formas de comunicación de los individuos, grupos sociales, empresas y estados.
Un simple ejemplo grafica la profundidad del cambio: si antes de comprar cualquier producto en la vía pública el individuo ahora consulta el precio del producto en un marketplace es porque ese simple acto permite saber si el precio es justo o no. Aquel dicho, «camine, señora camine» para cotejar costos, ha sido reemplazado definitivamente.
Desde el otro ángulo, el de la venta, también todo se ha transformado y hasta los negocios de barrio dan el salto para llegar a más personas de manera «más directa» a través de nuevas herramientas como la publicidad en las redes sociales.
Aunque parezca exagerado, no lo es. Con anterioridad y durante décadas, la publicidad era algo inalcanzable para el comerciante minorista que, a lo sumo, podía aspirar en un aviso publicitario en una revista o radio local, pero desconociendo el verdadero alcance de esa inversión.
Hoy, ese panorama ha cambiado de manera definitiva. La participación de millones de personas en diversas redes sociales no es para una simple recepción de contenidos, sino una participación activa en la que ellos comparten con el mundo sus gustos e intereses. Esa entrega de datos permite que las redes sociales puedan, a través de algoritmos, agrupar a gente con gustos similares y entregarles mensajes publicitarios direccionados.
¿Cuantas veces pasa que las publicidades que aparecen en el Facebook tienen que ver con los gustos e itereses del dueño de la cuenta? La respuesta es contundente: siempre. Junto con Instagram, son las redes sociales que más conocen a sus usuarios y los que permiten una mejor direccionalidad de los mensajes destinados a vender. Volviendo al ejemplo, si antes el dueño de la tienda deportiva ponía un aviso en un programa de radio de esa temática era una decisión lógica pero difícilmente podía saber si el mensaje había realmente sido escuchado. Ese mismo comerciante hoy tiene a su alcance las herramientas de las redes sociales que, manejadas por profesionales, aseguran dar en el blanco.
Así, si lo que se quiere es llegar a personas de entre 18 y 60 años que muestren interés en temática deportiva, Instagram y Facebook hace ese trabajo de selección. Pero está la posibilidad de ir aún más allá, eligiendo que la publicidad llegue sólo a personas de cierto barrio de una ciudad o que sean de tal o cual club de fútbol. Esta característica es extremadamente útil a la hora de hacer promociones: ante un stock demasiado grande de una camiseta se podrá la ofrecer como oferta a los directos interesados y no al público en general.
Aunque algunos de estos pasos se pueden dar de manera intuitiva gracias a que las plataformas son bastante claras para determinar los alcances de una campaña, siempre es mejor asesorarse con profesionales que además podrán trabajar sobre el diseño y comunicación visual de los anuncios. Se debe tener en cuenta que el aviso puede llegar a la persona indicada, pero deberá ser contundente en su manera de comunicar desde el punto de vista de la imágen para ser efectivo.
La combinación de esos dos factores hacen que la publicidad no sólo esté al alcance de comerciantes pequeños o medianos como nunca antes, sino que además, puedan tener un impacto que, tan sólo unos años atrás, era impensable.