El coronavirus no sólo significa un desafío sanitario global sino que las economías nacionales saben que sufrirán duros impactos más allá de cual fuera la situación antes de la pandemia. Aunque el país se encuentra en el proceso de reestructuración de su deuda externa y el contexto internacional parece no ser el mejor, siempre hay buena y nuevas formas de invertir en Argentina.
Cierto es que la crisis de 2001 hizo que muchos perdieran definitivamente su fe en el sistema bancario y que, algunos que la habían recuperado con el correr de los años, la volvieran a perder después de las PASO, cuando a la corrida cambiaria se sumó una corrida bancaria.
Por ello, muchos argentinos han sabido buscar alternativas de inversión dentro o fuera del circuito bancario que les sirvieran para mantener el valor de sus ahorros ante la devaluación del peso y que, por otra parte, les permitiera tener algún margen de ganancia.
Como sucede en las generales de la vida, la primer norma que debe tener en claro un inversor es que a mayor riesgo mayor rentabilidad. Cuando una apuesta nos seduce con un rédito extraordinario, es posible que sea muy insegura y podamos perder todo.
Si apostamos a un caballo al que todos califican como malo… puede salir bien y que nos llevemos todo el pozo, pero es mucho más probable salir sin un peso. Por ello, es bueno saber cuáles son las capacidades reales de cada uno a la hora poner el dinero en algún tipo de mecanismo.
Si el inversor es cauteloso y lo que busca es no perder poder contra la inflación, una de las respuestas es la de los «plazos fijo UVA». Los bancos tradicionales ofrecen este tipo de sistemas de ahorro: El dinero depositado tendrá una ganancia variable que se calcula por el índice «CER», es decir, la inflación del período y una tasa fija adicional.
Uno de los mecanismos típicos de los argentinos para invertir ha sido la compraventa de divisa extranjera. Después de las elecciones, los usuarios bancarizados pueden comprar una cantidad muy limitada de dólares y deben pagar una tasa adicional. Sin embargo, quienes quieran seguir apostando por esta manera de resguardarse, pueden legalmente adquirirlos a través de un mecanismo conocido como «contado con liqui» que requiere de una cuenta bancaria especial y aprender un poco de la compraventa de bonos.
Mayor complejidad y riesgo genera la inversión en activos que pueden ser bonos o acciones. Aunque con entrenamiento se puede comprar y vender directamente en la bolsa, la forma más sencilla de hacerlo es a través de fondos de inversión en los que se deposita el dinero y el banco define cuáles son los papeles más atractivos para conseguir mejores ganancias.
Probablemente la más innovadora de las formas de inversión sea la del mundo de las criptomonedas y, en especial, su más renombrado espécimen: el Bitcoin. A diferencia de lo que puede suceder con la cotización del dólar o de un activo bursátil específico, este tipo de inversiones no tienen limitación horaria y se pueden comprar durante las 24 horas. Este tipo de inversiones se parecen a las montañas rusas, se puede ganar o perder mucho dinero en corto tiempo. Solo como ejemplo, durante el día en el que se escribió este artículo, el Bitcoin había pasado de valer 9560 a 8808 dólares, es decir que en menos de 24 horas había perdido algo así como un 10 por ciento. Sin embargo, si ese mismo bitcoin hubiera sido comprado el pasado 16 de abril, cuando valía 5000 dólares, estaríamos hablando de casi una duplicación del valor invertido. Un consejo es no invertir en bitcoin o en criptomonedas aquello que no se pueda perder, sigue siendo ese caballo al que ahora muchos apuestan pero cuyo resultado es muy incierto.