La hija de un hombre desaparecido durante la última dictadura cívico militar reclamó hoy «justicia y cárcel común y efectiva» para los 17 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz, que son juzgados por el secuestro y desaparición de su padre, junto a otras víctimas que estuvieron cautivas en los centros clandestinos de «Pozo de Banfield» y «El Infierno» en Lanús.
Se trata de Mariana Busetto, hija de Osvaldo Busetto, que ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata -a cargo de este proceso oral y público iniciado en octubre pasado- reclamó además que quienes cuestionan el número de desaparecidos «tendrían que cuestionar a estos represores que saben dónde están y no lo dicen».
«Los Hijos tenemos muchos ´hubiera´, cómo hubiera sido si hubiera estado vivo, cómo hubiera envejecido, cómo hubiera sido como abuelo…todo es un hubiera. Y estoy segura que muchas cosas feas que me pasaron no habrían ocurrido si mi papá hubiera estado, porque no las hubiera permitido», dijo Mariana con emoción al declarar hoy ante el TOF 1 de La Plata.
Osvaldo Busetto era un militante del ERP que fue secuestrado en septiembre de 1976, cuando Mariana tenía dos años, quien narró en la audiencia que su madre, por temor, le prohibía hablar de su padre en la escuela.
Mariana reveló que recién cuando su abuela paterna le regaló, a escondidas, el libro «La Noche de los Lápices», escrito por los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Núñez, pudo reconstruir lo que había pasado con su papá.
En ese libro, que relata lo ocurrido con los estudiantes secundarios de La Plata que reclamaban por el boleto secundario y fueron secuestrados la noche del 16 de septiembre de 1976, Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, contaba que en su cautiverio había estado con Busetto.
Al ser secuestrado, el militante del ERP había resultado herido en una de sus piernas, por lo que primero fue llevado a un hospital donde fue operado y se le colocó un yeso, tras lo cual se lo trasladó al centro de Arana y posteriormente a Pozo de Quilmes y Banfield, donde compartió cautiverio con los estudiantes de «La Noche de los Lápices», a quienes les daba ánimo y aseguraba que serían liberados.
«Por Pablo Díaz, a quien contacté en una de las marchas por La Noche de los Lápices, supe lo que pasó con mi papá hasta diciembre de 1976, después no supe nada más. nadie más lo vio», relató Mariana.
Tras la desaparición de su padre, su madre y ella empezaron a dormir en casas diferentes, por temor a ser secuestradas, ya que los militares habían allanado dos veces la casa de su abuela paterna y, munidos de una foto de ella cuando era niña, exigían a la mujer saber dónde se ocultaban.
Mariana se emocionó al recordar que su padre había grabado un casete con un mensaje para ella, que debía oír cuando cumpliera los 18 años, un material que los represores se llevaron pero había sido oído por sus tíos, quienes pudieron contarle el contenido de ese registro.
«Él decía en esa cinta que me amaba y luchaba por un país más justo para mí y para todos los que iban a venir. Eso era lo más importante que me iba a dar, y por eso no iba a estar conmigo. Me costó entenderlo porque cuando sos chiquita querés tener a tu papa a tu lado, a medida que fui creciendo lo entendí y lo admiré un montón porque no hay tanta gente así. Se los llevaron a los que eran así y dejaron vivos a muy pocos», remarcó con la voz entrecortada ante la mirada de los jueces.
La mujer contó que «mi abuela repetía que no se quería morir sin hallar los restos de mi papá y se murió de un accidente doméstico en el 2007, sin encontrarlo… Y así están muriendo muchas abuelas sin encontrar a sus nietos y es desesperante».
«Ahora lo tengo que hacer yo, y yo quiero encontrarlos porque no quiero que mis hijos tengan que salir a buscar los restos. No quisiera pasarles esto. Quisiera que hubiera un lugar donde decirles: ‘estos huesitos son del abuelo'», subrayó.
Mariana expresó que «estos juicios para mi son reparadores, en parte, y la palabra lesa humanidad tiene que ver con que siguen cometiendo delitos, están cometiendo ahora delitos, porque están callando, porque les gusta hacer más daño todavía a los hijos, a los nietos y a los que vendrán».
«Esta gente (los represores) nunca dijeron nada. Tiene un pacto siniestro, no dicen donde están los nietos, ni los huesos de las personas que buscamos…y no lo van a decir. Por suerte tenemos al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) que no paran de trabajar», celebró.
Mariana repudió que en la actualidad se cuestionen la cifra de los 30 mil desaparecidos, «en vez de preguntarle a los represores dónde están y qué hicieron con las víctimas»
«Mi abuela murió sin tener los huesos de mi papá y yo no quiero morirme sin tener los huesos de mi papa, quiero tener ese lugar», puntualizó.
Durante esta jornada también testimonió Ramiro Poce, hijo de Ricardo Poce y sobrino de Julio Poce, ambos desaparecidos en 1976, y que en esta oportunidad declaró por el secuestro de su tío, secuestrado en octubre de ese año.
«La vida de mis abuelos cambió en esos años. Perdieron a sus dos hijos, pero por suerte pudieron transformar eso en lucha y buscar la verdad», reflexionó.
También brindó su testimonio María Ofelia Santucho, sobrina de Mario Roberto Santucho, uno de los fundadores del PRT y comandante del ERP, quien recordó que «mi familia fue una familia muy perseguida en la década de los ´70, tenemos varios desaparecidos y desaparecidas, varios asesinados, varios presos y torturados. La mayoría nos tuvimos que ir al exilio».
«La sensación que te queda, entre los sobrevivientes y la sobrevivencia, lo que hubiera sido mi vida si en Argentina las cosas no hubieran sido como fueron. Hay tantos condicionales que uno no sabe qué vida está viviendo. Hay una sensación de fractura, de desgarro, nos acompaña la sombra de nuestros seres queridos», apuntó María Ofelia, quien afirmó que «hoy me ven declarando y yo sé que mañana no podré dormir».