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Familiares de desaparecido reclamaron «pena máxima» para los represores y apertura de los archivos

La esposa y la hija de un hombre desaparecido durante la última dictadura militar reclamaron «pena máxima» para 17 represores, entre ellos Miguel Etchecolatz, y pidieron la apertura de todos los archivos de la época en la que se aplicó terrorismo de Estado en el país, al declarar en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El Infierno de Lanús.

«Esta es la punta del iceberg; hubo mucha más gente, no solo militares, también la Iglesia; por eso pedimos que se abran los archivos», expresó ayer Florencia Chidichimo, hija de Ricardo Chidichimo, militante peronista secuestrado y desaparecido en noviembre de 1976, al declarar ante el Tribunal Oral Federal 1 (TOF) de La Plata.

Desde octubre último, el TOF 1 juzga a 17 represores por los delitos cometidos contra casi 500 víctimas secuestradas, torturadas y desaparecidas en los centros clandestinos conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y «El Infierno» de Lanús.

«Desde lo más profundo de mí, a 45 años (de los crímenes), les pido la máxima pena para estas personas (los represores)», reclamó Florencia Chidichimo, quien expresó su dolor por no haber podido, ni siquiera, recuperar el cuerpo de su padre, 45 años después de su secuestro y crimen.

«Además de desaparecer a mi padre nos quedamos sin casa, sin el sueldo de mi papá, sin el sueldo de mi madre, perseguidos, hay algo de la persecución que no puedo poner en palabras, es permanente el miedo, eso sí lo lograron pero no lograron separarnos ni callarnos; la justicia tarda pero llega, la justicia también podría pedir perdón por esa tardanza», reflexionó la mujer en un relato desgarrador.

También, declaró ayer la esposa de Chidichimo, Cristina del Río, quien contó haber sido «testigo presencial» del secuestro de su marido, cometido el 20 de noviembre de 1976 en la casa de ambos de Villa Luzuriaga, de donde los dos intentaron huir cuando llegó la policía, pero fracasaron.

Dijo que luego la policía los llevó adentro de la casa y los separó en dos ambientes distintos: a ella la llevaron a una habitación donde fue «manoseada» por los efectivos que, tras saquear la vivienda, se llevaron detenido a Chidichimo, quien se desempeñaba como meteorólogo, trabajaba en el Servicio Meteorológico Nacional y militaba en Montoneros.

Luego de esos hechos, Cristina se dirigió a casa de la familia de su esposo, con cuya madre Nélida, una de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, comenzó a buscar a Chidichimo.

«Volví a trabajar en mi trabajo en la municipalidad de La Matanza, pero las personas se alejaban de mi. Y un día me llamaron y me dijeron que presentara la renuncia o, si no, me iban a hacer renunciar igual y me iban a poner en la Libreta Cívica el sello de `subversiva`. Así que tuve que renunciar», relató Cristina.

La mujer del desaparecido relató su búsqueda por distintos lugares y su encuentro con Alfredo Astiz cuando el represor se infiltró en Madres, bajo la identidad falsa de Gustavo Miño y con el ardid de buscar a un hermano desaparecido.

Cristina recordó también una situación que despertó sospechas en ella en cuanto a Astiz. «¿Así que tu marido andaba en la joda?, le preguntó el apodado «ángel rubio». Ella se paralizó ante ese comentario y así comenzó a dudar del represor.

Recordó que le advirtió a las Madres sobre su mala impresión de Astiz, pero no tuvo éxito porque ellas lo creían «buenísimo».
Chidíchimo estuvo secuestrado en la Brigada San Justo y en la Brigada de Lanús, conocida como «El Infierno», y hasta el momento sigue desaparecido.

«Pido justicia para Ricardo y para los 30 mil compañeros, quiero cárcel común y efectiva para cada uno de ellos (los represores)», reclamó Cristina.
Recordó que desde pequeña le decía a su hija Florencia: «Nosotros no vamos por la revancha ni nos manejaremos con odio; este país un día nos va a dar justicia y este juicio es la ofrenda a mi hija por esas palabras que le dije cuando era pequeña».

Emocionada, la mujer concluyó su testimonio leyendo unos versos de un poema escrito por su suegra, Nélida, quien en el cumpleaños número 30 años de su hijo escribió: «tierra, hoy te pregunto temblando, ¿lo tienes tu?».

También declaró en esa jornada, Rubén Ares, sobreviviente del Pozo de Banfield, quien relató sollozando sus padecimientos en ese centro clandestino de detención, donde un día intentó quitarse la vida rompiendo una lamparita de la luz.

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