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Fiestas Patronales

El pasado 15 de agosto se realizaron las fiestas patronales de la diócesis Avellaneda-Lanús, en honor a la Virgen de la Asunción. El Obispo, Monseñor Oscar Rubén Frassia, expresó en su homilía que hay que “volver a ser discípulos” y pidió por la patria y todas las realidades”.
“Tenemos que volver a escuchar. Sacarnos los zapatos, bajarnos del caballo, creernos que no sabemos todo, pensar que ya tenemos todo arreglado, creer que somos los genios. Tenemos que desandar tantas cosas que hemos andado y tenemos que volver a caminar en la presencia de Dios. ¡Por la Iglesia, por nosotros y por nuestra sociedad! Ambas realidades necesitan de nosotros pero también necesitan de nuestra respuesta.
Hoy, ante la Asunción de María, ante el gozo y la victoria del Resucitado, a Ella que es la obra plena y cumbre del Espíritu Santo, la llena de Gracia, le queremos pedir por nuestra patria, por nuestra diócesis y por todas nuestras realidades.
El efecto físico de la ausencia de paz, cuando nos falta la paz, lo primero que viene es el cansancio. Todos estamos cansados y hay un cansancio generalizado. Todo el mundo anda cansado. El segundo efecto, digamos moral, cuando no hay paz adentro nuestro, entra el desánimo, el desaliento. Uno está desanimado desalentado, con los brazos caídos. Yo siempre digo que uno puede levantar a una persona que se cayó, pero ¡qué difícil es levantar un peso muerto!, porque pesa más y como pesa más cuesta más levantarlo. Otro problema es el efecto espiritual; cuando falta la paz surge el orgullo. El orgullo de pretender prescindir de Dios en su vida.
Porque somos todos iguales pero tenemos distintas funciones y responsabilidades Pero estas realidades que tenemos, esta diversidad que nos enriquece, nos tienen que comprometer a un mensaje común y a un lenguaje común: buscar a Dios en la verdad y hacer el bien haciéndolo a los demás. ¡Haciéndolo!”.
Por otra parte, Frassia se refirió a las reflexiones del Papa Venedicto XVI sobre los derechos y deberes: “Hoy la sociedad se olvidó los deberes. Hoy sólo existen derechos: derechos, derechos, derechos. Pero no hay deberes ni responsabilidades. Se han ido olvidando estas cosas y sin embargo no nos damos cuenta que los derechos también son protegidos por los deberes. Y los deberes se refugian y se relacionan en los derechos. Y los derechos, para que sigan siendo derechos, tienen que tener y asumir los deberes.
El Papa nos hablaba de lo que significa la falta de trabajo. La dignidad del trabajo. La cultura del trabajo. Hoy le decimos a la Virgen: “mira, han pasado algunas décadas que los argentinos hemos ido perdiendo la cultura del trabajo; que muchas veces nosotros mismos –no sólo “los otros”, también “nosotros”- hemos perdido la disciplina, la constancia y la perseverancia del trabajo; te pedimos porque queremos salir de este estadio que muchas veces en lugar de levantarnos nos empuja y nos tira para abajo; queremos vivir en la luz; queremos hacer el bien y producir el bien”
A veces se dice, y yo lo comparto, que hay tres generaciones que ya no saben qué es la realidad del trabajo. Esto pesa y gravita enormemente ante el presente de nuestra sociedad y compromete seriamente nuestro propio futuro. Por eso, todos, sin echarnos culpas unos a otros, conforme a nuestras responsabilidades tenemos que volver a recrear la dignidad del trabajo.
La Virgen, como madre que es, no tapa las cosas, las hace nuevas, pidámosle no tapar las cosas; no asustarnos, porque se puede hablar de lo terrible que es la falta de trabajo, y de la injusticia que eso conlleva. Tenemos que volver a esa realidad del trabajo para encontrar nuestra dignidad.
Quiero que le pidamos hoy a la Virgen, que volvamos a respetarnos entre nosotros. Que vivamos de nuevo con nuestras cosas originales. Hoy el mundo está muy cambiado y lo hemos dejado cambiar. Otros nos proponen un cambio donde ciertamente hay una gran pérdida de muchas cosas. Nosotros tenemos que volver a lo fundamental. A las cosas naturales. A los valores. A las cosas de familia. Volver a rescatar nuestras familias. Ayudarnos mutuamente. Uno puede decir “¡es muy difícil, padre!” Claro que es difícil, pero no es imposible, porque no es imposible para Dios. Y no es imposible para aquel que cree en Dios”.

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