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Bancos de música: arte libre y protegido

Las formas en las que se disfruta de la música han cambiado
considerablemente en las últimas décadas. Ya no se debe esperar a que la
disquería tenga el último álbum en disco, cassette o CD. Tampoco se deben
soportar largas esperas para bajar un tema de Internet ni usar potentes
antivirus para evitar descargar cualquier peligro para la computadora. Hoy la
música está a un click de distancia. Las actuales plataformas permiten armar
listas de reproducción con los artistas favoritos y escucharlas en cualquier dispositivo,
incluso sin conexión a Internet.
Y así como se modificaron los hábitos y formas de acceso,
también cambiaron las técnicas de difusión para los músicos, quienes
encontraron en las nuevas tecnologías un medio mucho más accesible para dar a
conocer sus creaciones.
Muchos fomentan la democratización del arte y la libre
circulación del material, mientras que otros se muestran más conservadores y
prefieren ampararse en todas las protecciones legales.
En un punto intermedio se encuentran los bancos o
bibliotecas de música libre de regalías. Estos espacios se autodefinen como
mercados de pistas categorizadas de uno o varios artistas, que se ofrecen como
música libre de regalías al público.  

Un ejemplo de esto es Last Proyect, un banco de música
creado en 2014 por Jürgen Haase, compositor y productor alemán con más de 30
años de trayectoria. Esta plataforma se centra en melodías interpretadas
principalmente con instrumentos de cuerdas o con una orquesta completa. Las
pistas que se difunden son clásicas, pero también existen algunas modernas
acompañadas con sintetizador.
Ahora, el interrogante que queda pendiente es entender qué
significa la música libre de regalías, porque si bien las composiciones se
distribuyen de manera gratuita, eso no implica que no estén protegidas por
derechos de autor o que puedan ser utilizadas a voluntad. Este concepto engloba
un permiso temporal o permanente del titular de los derechos de autor para usar
una determinada pieza musical con un propósito específico y a un precio fijo. De
esta manera, se evita abonar una tarifa por interpretación o cada vez que se
usa.
Cada licencia es intransferible y se amolda a las diversas
situaciones que se pueden llegar a presentar entre productores y autores. Lo
importante es evitar cualquier reclamo de derechos de autor y recordar que la
música es siempre propiedad de los artistas.  

Estos bancos o bibliotecas aportan música para un sinfín de
producciones audiovisuales. Por ejemplo, para la creación de videos destinados
a las redes sociales como Youtube, Facebook o Instagram o para publicidades en
radio, televisión y web. Las melodías también pueden utilizarse para ambientar
tiendas, hoteles y restaurantes; como música de fondo para películas, documentales
y videojuegos; como tono de espera; o como base para la creación de nuevas
mezclas sonoras.
Los avances tecnológicos transforman los modos en los que nos
comunicamos e interactuamos. Y, además, abren nuevos medios para la creación y
difusión de las obras artísticas. La protección de las mismas y el derecho del
autor a que eso sea respetado es el camino elegido por los bancos o bibliotecas
de música.

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