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Con fin de la guerra comercial entre Estados Unidos y China crecen los desafíos pero ¿Crecen las oportunidades?

Fiel a su estilo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el fin de las hostilidades comerciales con China a través de la red social Twitter. Con un mensaje altisonante, el mandatario no dudó en celebrar la primera fase de un acuerdo que, su contraparte -en cambio- tomó con cautela.

Lo cierto es que Trump, con bombos y platillos, anunció que reducirá el impuesto del 15% al 7,5 en ciertos productos manufacturados, entre los que se destacan los tecnológicos y los textiles.

Por su parte, el representante comercial Robert Lighthizer dijo a la prensa que China había acordado adquirir productos agrícolas estadounidenses por valor de US$50.000 millones al año.

En la práctica, aún restan muchos puntos por cerrar. Pero así como el bloqueo de Trump a China implicaba que el gigante norteamericano compraba más productos a otros países y que Beijing buscaba poner sus excedentes en mercados como latinoamérica, ahora la ecuación se ha invertido.

El mundo de las relaciones comerciales no deja de ser terreno anegadizo: Mientras China pide en todo foro internacional que se precie la necesidad de avanzar en el libre comercio, Estados Unidos y la Unión Europea se tornan -en los hechos- más proteccionistas.

Argentina y la región no son ajenos a los vaivenes y discusiones entre los dos colosos comerciales. En el pasado cercano, mientras Trump -por ejemplo- subía los impuestos a los metales chinos, los producidos al sur del Río Bravo se volvían más competitivos.

Ahora, la política de Trump hacia los productos sudamericanos de los últimos días también se puede leer a la luz del descongelamiento con China: antes de anunciar el acuerdo con Xi Jinping sancionó a Brasil y a la Argentina con un nuevo gravamen.

Las precisiones sobre el nuevo acuerdo no existen, por lo que aún se desconoce si Trump quitó efectivamente el impuesto al acero y aluminio chino y lo trasladó a los que se producen en esta región. Lo cierto es que será más complicado ser competitivo en el mercado de Estados Unidos.

Sin embargo, aun con las dificultades que puede acarrear esta medida norteamericana, latinoamérica puede ser un mercado importante para los países productores de acero y aluminio, en especial en lo que respecta a algunos insumos muy especializados, como los famosos “tubos sin costura” de acero y perfiles de aluminio de diverso calibre made in Argentina.

El gesto de Trump para con Argentina es, a la vista de especialistas, una jugada típica de “apretar” para negociar con el nuevo gobierno. Se espera que el tema comercial esté presente en la agenda de Alberto Fernández en su próximo viaje a la Casa Blanca. Allí se sabrá cómo es el vínculo que, ojalá, sea fuerte como el acero.

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